Tropecé con tus labios al naufragar con mis ideas y entendí que no sabía nadar en el mar de tu mirada. Cerré todas las ventanas. Me dormí en tu bosque de endorfinas y fui gorrión de tus entrañas. En nuestras noches de Shambala, las estrellas merodean titilantes por las cordilleras del alma. Somos pájaros de acero, naves estelares, fundiéndonos en el néctar del amanecer. Sin recuerdos ni memoria, danzamos en el infinito, como mariposas en los Andes.
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